HUERFANOS DE PADRES VIVOS.
Publicado en el Periódico REFORMA
David Noel Ramírez Padilla / Rector de la Zona Norte ITESM

Hace unos años celebramos el Año Internacional de la Familia, nada más oportuno en un mundo donde se generaliza la violencia, los vicios, los crímenes y donde observamos una gran cantidad de seres humanos que no encuentran la razón de vivir, recurriendo como escape a respuestas superfluas y banales que los conducen a un gran vacío y soledad.  07/26/2000

Ante este escenario, la única alternativa para transformar nuestra sociedad la encontramos en la familia, célula básica de la misma. Recordemos que la sociedad es lo que son los individuos y éstos lo que son sus familias.

Las nuevas generaciones reclaman con justicia a los adultos: "no queremos procreadores de hijos, queremos padres". A continuación comento un decálogo de consejos que quiero compartir con ustedes:

Primero. Nuestros hijos nos demandan que les dediquemos tiempo. Esto es fundamental porque, al no hacerlo, estamos delegando la formación de los seres que más queremos. Dejamos que los medios de comunicación, los amigos o bien el personal de servicio, les transmitan el cómo enfrentar la vida, siendo que no siempre, y menos aún en este momento, pueden diferenciar lo bueno de lo malo. El renunciar a darles tiempo lo pagaremos muy caro, porque nuestros hijos serán lo que estos tres agentes hagan de ellos.

Segundo. Ellos nos piden coherencia entre lo que decimos y hacemos, entre nuestra forma de pensar y actuar. Las palabras conmueven, pero el ejemplo arrastra. El no aceptar este compromiso genera incertidumbre en nuestros hijos y, lo que es peor, éstos acaban por no respetarnos.

Tercero. Tenemos que formarlos a través de la cultura del esfuerzo. Cada día constatamos con tristeza cómo en forma errónea les hemos hecho- y seguimos haciéndoles- la vida demasiado fácil, creándoles falsas expectativas. Recordemos que la felicidad nadie la recibe gratis; ésta se logra a través del esfuerzo y del renunciamiento. No olvidemos que los padres que no lanzamos a nuestros hijos al sacrificio, los traicionamos.

Cuarto. Debemos fomentar en nuestras familias el diálogo como arma, para erradicar los sinsabores de la vida, porque el silencio sólo agudiza las heridas, crea resentimientos y genera en nuestros hijos una manera de ser equivocada para enfrentar las divergencias de nuestro diario vivir.

Quinto. Por ningún motivo debemos cambiar nuestros roles de padres por el de un cuate más de nuestros hijos. Ellos tienen varios amigos, pero padre y madres sólo uno: no debemos caer en el error de suprimir el concepto de autoridad. A nosotros nos corresponde, a través del diálogo con los hijos, fijar las directrices para la familia. El día que ellos funden su hogar lo habrán de hacer con sus hijos, pero mientras vivan con nosotros tenemos la grave responsabilidad de ejecutar el papel de padres, no el de un amigo más.

Sexto. El amor de nosotros jamás llegará a la plenitud si no se irradia hacia los demás. Nuestro compromiso con la comunidad es fundamental para fomentar en nuestros hijos la entrega, creando así una sociedad donde se mejore el nivel de vida y se respete la dignidad de las personas. No olvidemos que "sobre toda propiedad privada, grava una hipoteca social", entendiendo por propiedad privada nuestra capacidad de inteligencia, creatividad y amor por las cuales no pagamos ni un centavo, de tal forma que no es lícito usarlas sólo para usufructo personal.

Séptimo. Evitemos caer en el error de que al tener a nuestros hijos en colegios privados cumplimos con nuestra obligación de educarlos. La responsabilidad principal recae en nosotros; las instituciones educativas tienen un papel subsidiario porque complementan lo que nosotros somos capaces de hacer de ellos.

Octavo. Administremos bien nuestra vida. Tenemos una misión tridimensional que cumplir: familia, trabajo y comunidad. El tener éxito en los tres ámbitos debe ser nuestro reto, nuestros hijos quieren ver padres que vivan intensamente esa vocación tridimensional, que trasciendan, para tener así paradigmas que les marquen el rumbo y les dejen huella.

Noveno. El exceso de actividades y la civilización del tener nos ha llevado a relegar y, en muchas ocasiones, a olvidar a aquellos que poseen experiencia y amor y a quienes deberíamos venerar. Me refiero a los abuelos. Una sociedad que no tiene tiempo para amarlos, honrarlos, y respetarlos es una sociedad ingrata. Tenemos que volver hacia ellos: nunca será aceptable el evadir el compromiso de "amor con amor se paga" Si nuestros hijos nos ven esta actitud, no nos sorprenda que nos paguen con la misma moneda. El gran daño de la sociedad actual es que empezamos a creer que lo correcto es lo que la mayoría hace. No olvidemos que el mal será siempre mal aunque todo mundo lo haga y el bien seguirá siendo bien aunque nadie lo practique.

Décimo: Todo lo comentado anteriormente requiere de trabajo duro, de renunciar a muchas cosas de sacrificar diversiones tal vez merecidas, pero en ello radica el reto. Si queremos que nuestros hijos sean nuestro orgullo y felicidad el día de mañana, aceptemos hoy despojarnos de nuestro egoísmo en aras de esa felicidad que nadie nos arrebatará.

Que jamás se diga que tus hijos y mis hijos son huérfanos de padres vivos.

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