"CREO QUE ATRAPE UN ASESINO"
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Selecciones del Reader's Digest
Por Ralph Kinney Bennett

Una lectora de Reader's Digest ayuda a capturar a uno de los criminales más buscados
del orbe. Cuando los agentes de policía hallaron el cadáver de Aileen O'Brien-Beaucage,
en el asiento delantero de un coche en un centro comercial de Ontario, Canadá, se
impresionaron al ver la saña con que la habían asesinado. Alguien le había dado por lo
menos 20 puñaladas en la espalda. Las pesquisas llevaron a que se acusara del crimen
a Grant Warren Beaucage, ex esposo de la víctima y padre de sus dos hijos. El 22 de
enero de 1997, poco antes de que se iniciara el juicio, el acusado, de 43 años, se perdió
de vista. Pasaron más de dos años y el proceso quedó pendiente... hasta que Reader's
Digest publicó en sus distintas ediciones una fotografía del fugitivo y su descripción a fin
de emprender una búsqueda por todo el mundo. Jenny Schueneman, cajera en un
restaurante del Hotel y Casino Stardust de Las Vegas, aprovechó que tenía el día libre
para llevar su auto a reparar.

Para no aburrirse mientras esperaba en el taller, tomó el número de octubre de Reader's
Digest y casi en seguida se olvidó del ruido. Se puso a hojear el artículo "Los más buscados
del mundo" y a ver las fotos de los criminales. Al llegar a la página final, se quedó helada.
¡Conozco a este hombre!, pensó. Ya no lleva bigote, pero yo reconocería esos ojos en
cualquier parte.

La descripción de Grant Warren Beaucage como "un hombre ingenioso y simpático que
atraía a la gente con su conversación" y que "se pasaba el día haciendo apuestas"
correspondía a la de un visitante asiduo del salón de apuestas deportivas donde ella
trabajaba. En los casi cinco años que Jenny, emigrante sudafricana de 36, llevaba de
empleada en el Stardust, había visto miles de rostros.

¿Estaré equivocada?, se preguntó. No, estoy segura de que es él. Había pensado ponerse
a estudiar en la noche para el examen con que obtendría la ciudadanía estadounidense,
pero al llegar a casa se sintió cansada. Cuando su esposo volvió del trabajo, ya estaba
acostada. —¿Cómo te fue, cariño? —le preguntó él al entrar en la alcoba. —Llevé el
coche al taller para que repararan los frenos —repuso Jenny bostezando—. Y creo que
atrapé a un asesino.

—¿Qué dices?  —Te contaré mañana —repuso, y hundió la cabeza en la almohada. Al otro
día arrancó la fotografía de Beaucage de la revista y se la llevó al trabajo. Allí se la mostró
a uno de los guardias. —Este tipo viene aquí casi todos los días —le dijo. Aunque no muy
convencido, el guardia, Dave Thompson, le pidió que le avisara si lo veía llegar. A eso del
mediodía entró un hombre robusto vestido con camiseta blanca y pantalón corto oscuro.
—¡Hola, Jen! —saludó a la cajera muy sonriente. La mayoría de los clientes habituales
sabían su nombre, y aunque ella desconociera los de ellos, solía devolverles el saludo
desde el mostrador. El corazón le palpitaba con fuerza. El hombre bromeó unos momentos
con otros parroquianos y luego fue a sentarse junto a una mesa a hojear el periódico.

El cerco Jenny esperó casi media hora y después llamó por teléfono al personal de seguridad.
A los pocos minutos llegaron Thompson y el sargento Don Carlton. —Es aquél —les dijo,
señalando al hombre. Al ver al sujeto de la camiseta, los guardias se convencieron de que
se trataba del prófugo y telefonearon a William Cage, ex policía de California y jefe de
seguridad del casino. Sin duda alguien leyó una historia sobre un asesino loco y tiene
pesadillas, pensó Cage, pero acudió en seguida porque tenía por norma investigar todo.

Tomaron fotos del rostro del hombre con las cámaras de vigilancia y luego las compararon
con la de la revista. Cage marcó el número de la Policía Regional de Halton publicado en
el artículo. A 4800 kilómetros de allí, en Canadá, el sargento Al Frost contestó la llamada.
Estaba a cargo de la investigación del caso Beaucage, y tras haber seguido en vano
muchas pistas, resolverlo se había convertido en su obsesión. —Creo que tenemos al
hombre que buscan —le dijo Cage. Sorprendido, Frost le pidió que consultara la página
de Internet de la Policía Regional de Halton (http://worldchat.com/hrp/media/beauc.htm),
donde había una fotografí má grande de Beaucage y la huella de su pulgar.

Cage comparó la foto con las que habín tomado en el casino. Se concentró en la distancia
entre los ojos y el puente de la nariz, rasgo que suele examinar la policía para hacer
identificaciones: coincidía a la perfección, al igual que una cicatriz en la barbilla y un
pequeño lunar en la frente. Era hora de ir por el hombre y comprobarlo.  El sargento
Carlton había puesto ya un cerco de guardias armados en el casino. Cage, vestido con
camisa y pantalón deportivos, fue a sentarse junto al sospechoso, que estaba probando
suerte en una máquina tragamonedas. Cuando terminó y echó a andar, el guardia lo alcanzó,
le mostró su placa y le dijo: —Buenas tardes, soy jefe de seguridad del casino. ¿Puede
mostrarme una identificación? —El sujeto le dijo que no portaba ninguna y lentamente
bajó la mano hacia el bolsillo.  —Será mejor que no lo haga —le dijo Cage sin alterarse.

Entonces lo hizo ponerse de espaldas y le colocó las esposas. El reloj digital de las
pantallas del sistema de vigilancia del casino marcaba la 1:59 de la tarde del 15 de
septiembre de 1999 cuando la cámara captó la mirada de sorpresa y resignación del
detenido.   Sin coartada En un cuarto de interrogatorio, el sujeto afirmó que se llamaba
Philip Hansen y que era ciudadano estadounidense nacido en Minnesota. Cuando de
nuevo le pidieron que mostrara una identificación, dio un número de seguro social,
pero no fue en la secuencia de cifras que se utiliza en Estados Unidos, sino en la que
se usa en Canadá. Cage verificó el número. Pertenecía a una residente de 75 años
de Saint Louis, Missouri. Cuando se lo dijo a "Hansen", el hombre bajó la mirada y
con voz triste bromeó: —Quizá debí haberme vestido de mujer.

El jefe de seguridad llamó a la Brigada de Aprehensión de Criminales de Las Vegas,
grupo formado por policías federales y locales.  El investigador George Headley, de
Las Vegas, y James Patrick, agente especial de la FBI, llegaron 25 minutos después.
Este último sabía que el prófugo tenía una pequeña cicatriz en la yema del pulgar. Le
pidió al hombre que le mostrara el dedo y, en efecto, la tenía.  —Señor —le dijo—,
queda usted arrestado.  Lo subieron al asiento delantero de un coche sin insignias.

Headley se colocó al volante y se dirigieron hacia el Centro de Detención del Condado
de Clark.  —Si le miente a un agente federal puede recibir una condena de cinco años
de prisión —le advirtió Patrick al detenido.  Al darse cuenta de que no tenía escapatoria,
Beaucage dio un suspiro y confesó: —Sí, soy el hombre que buscan.  Grant Warren
Beaucage pronto será sometido a juicio en Ontario por el asesinato de Aileen
O'Brien-Beaucage. Jenny Schueneman aprobó el examen para obtener la ciudadanía
estadounidense.

Se tomó un día libre para celebrar y luego volvió al trabajo.

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