Persigue tu sueño
Autor: Néstor Armstrong.
Publicado en el periódico EL NORTE el 24 de Agosto de 1999.
La vida moderna nos ha vuelto espectadores. Lo peor: espectadores de
nuestra propia vida. Vemos los días pasar y nos preguntamos al final de la
semana ¿qué hemos hecho? La respuesta para mucha gente es mucho y al
mismo tiempo muy poco. Mucho de cosas triviales y poco de las vitales.

Atrás hemos dejado nuestros sueños, aquellos que alguna vez tuvimos.

Todo porque pensamos que soñar es en vano. Nos da miedo soñar, nos da
miedo pensar en las cosas que anhelamos. Nos refugiamos en la engañosa
seguridad de la rutina. Dejamos a nuestros sueños morir de inanición.

En 1923, Roy y su hermano Walter pusieron un negocio. Se trataba de un
estudio de filmación cuyo capital lo formaban 200 dólares que Roy tenía
ahorrados, 500 dólares que le habían pedido prestados al tío Robert y
2 mil500 dólares que sus padres les habían prestado, después de hipotecar
estos últimos su propia casa. Con ese capital compraron una cámara usada,
rentaron un cuarto pequeño y sin ventanas en la trastienda de una oficina de
bienes raíces y contrataron un par de asistentes.

El hermano de Roy le dijo a su padre: "Haré que nuestro apellido sea famoso
en todo el mundo". Una afirmación bastante descabellada para venir de un
joven de 21 años cuyas únicas posesiones materiales eran un par de pantalones,
un saco a cuadros, unas cuantas camisas y una maleta de cartón bastante
maltratada. Peor aún si se tomaba en cuenta que él mismo acababa de declarar
en bancarrota la empresa que recientemente había fundado, llamada "Newman
Laugh-O-Grams".

Pero había un sueño detrás de su afirmación.  Un sueño que le llevaría años
realizar y en el que puso todo su empeño. De hecho fueron varios sueños los que
hizo realidad, el último de ellos no alcanzó a verlo terminado porque Walter Elias
Disney -Walt Disney- murió cuatro años antes de que Walt Disney World en Orlando,
Florida, abriera sus puertas. Fue su hermano Roy quien inauguró el parque en su
nombre. ¿Cómo puede una persona pasar de la miseria a la abundancia, del
anonimato a la fama? La respuesta está en sus sueños y, especialmente, en lo que
esa persona está dispuesta a hacer para volverlos realidad. Hay quienes afirman que
podemos lograr todo aquello que podemos soñar. ¿Te parece exagerado? Voltea a tu
alrededor, mucho de lo que te rodea hoy fue alguna vez un sueño. Un sueño que
parecía imposible, y que sin embargo hoy es una realidad. El problema es que
dejamos que nos roben nuestros sueños con demasiada facilidad.

Hay en el mundo asesinos de sueños. Quizá conoces alguno, son personas que
siempre están diciéndote que lo que quieres lograr es imposible. Por supuesto,
hay que escuchar las palabras de cautela y las objeciones válidas. Pero si Colón
hubiera escuchado a todos los que le decían que su viaje estaba destinado a
fracasar, jamás hubiera llegado a América. Otro escollo para llevar a cabo nuestros
anhelos es el miedo. Este es un enemigo insidioso. Te asalta cuando menos lo
esperas. Acecha en los recodos del camino y crea imágenes de derrota en tu mente.

Cuando Walt Disney se lanzó tras el sueño de hacer un largo metraje de dibujos
animados, muchos le dijeron que estaba loco. En ese entonces los cortos animados
duraban alrededor de seis minutos. La película duraría alrededor de hora y media.
La gente decía que nadie aguantaría tanto tiempo sentado viendo caricaturas; que
los colores les dañarían los ojos; que nadie creería una historia acerca de la caricatura
de una chica enamorándose de la caricatura de un muchacho. Para lograr su meta,
Disney tuvo que arriesgar todo lo que tenía. El estimado original de costo había sido
de 500 mil dólares, aún no la terminaban y llevaban ya gastado 1 millón y medio.
No obstante, cuando el filme estaba casi terminado, Walt Disney decidió que Blanca
Nieves se veía demasiado pálida y ordenó que se le pusiera "rubor". Esto significó
retocar decenas de miles de dibujos. El 21 de diciembre de 1937, Blanca Nieves se
estrenó en el Carthay Circle Theater en Los Angeles. Fue una función de gala a la
que asistieron grandes figuras de la época, entre otros, Charlie Chaplin, Cary Grant
y Shirley Temple. El resto es historia.

¿Cómo es posible concretar nuestros anhelos? Todo empieza con un sueño, sin eso
no hay nada. Al principio es una idea sin forma que nos llega de pronto. Todos hemos
tenido una experiencia así. Lo malo es que no les hacemos caso. Un sueño es como
una planta pequeña. Puede morir fácilmente expuesta al frío de la lógica o al viento de
la burla. Para crecer y florecer requiere que la protejas y la alimentes día con día.

Nuestros sueños son como puertas a una realidad futura, potencial. Convertirlos en
algo tangible es nuestra tarea. La realización de un sueño empieza con un deseo
vehemente, un verdadero entusiasmo por aquello que queremos alcanzar. El problema
es que cuando tenemos un sueño realmente digno de nosotros, lo hacemos a un lado.
Nos da miedo que nuestros esfuerzos resulten vanos y preferimos no arriesgar para no
perder. El problema es que, al no arriesgar, tampoco ganamos. Los sueños también se
alimentan de la acción. Por pequeña que ésta sea, pero que nos acerque a ellos. Aquí
podrás ver otro problema para llevar los sueños a la realidad, queremos que se
materialicen de la noche a la mañana. Por eso nos emocionan tanto las rifas y los sorteos.

Decíamos la semana pasada que las oportunidades abundan, quisiera decir lo mismo de
los sueños. Por desgracia no es así. Pocas personas se atreven a soñar, a pensar de veras
en grande. Temen fracasar, les asusta no llegar a su meta si fijan una demasiado elevada.

Terminan quedándose estáticos porque las metas menos ambiciosas les parecen poco
atractivas. Te invito a utilizar ese momento de existencia que tenemos en la tierra para brillar
intensamente. Atrévete a soñar, luego despierta y trabaja en tus sueños. ¿Los alcanzarás?
Probablemente sí. Pero aún si no los logras, ¿no es mejor intentar y fracasar que jamás haber
intentado? Dice una frase: "la vida es demasiado breve para ser pequeña". Poco podemos
hacer para cambiar la brevedad de nuestra vida. Pero sí podemos evitar que sea pequeña.

Hagámosla grande, tan grande como nuestros sueños. . .

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