HABLANDO SE ENTIENDEN
LOS COCHES
Selecciones del Reader's Digest
(Aportación de Elizabeth)
Por Cookie Potter

Cuando bajé en mi Buick azul al sótano del edificio donde vivo, vi que el Oldsmobile amarillo estaba de nuevo estacionado muy cerca de mi lugar.  ¿Por qué me dejan siempre tan poco espacio? me dije, furiosa.  Para meter mi coche en el hueco que quedaba entre el Oldsmobile y una enorme columna de cemento, debí maniobrar varias veces hacia adelante y hacia atrás, y aún así apenas si pude abrir la portezuela.

Cierta vez llegué yo primero, y justo cuando acababa de apagar el motor, el Oldsmobile se estacionó en su sitio, casi rozando mi vehículo, como siempre.  Había llegado el momento de cantarle las cuarenta a esa mujer.  Se me había agotado la paciencia y, encima, estaba resfriada, me dolía la cabeza, y acababa de recibir una notificación de que le debía dinero al fisco.

Miré con ojos de pistola a la conductora y le dije:
-- ¿Qué no ve que no me deja espacio? Tiene usted lugar de sobra.  Estaciónese más allá.
La mujer me devolvió la mirada y, al tiempo que golpeaba mi coche con la portezuela del suyo, respondió:
--¡A ver, oblígueme! ¿Quién se cree usted que es?¿La Reina de Saba?

Entonces se echó el pelo atrás con un ademán de desprecio y se alejó caminando a grandes zancadas.

Está bien, dije para mi coleto. Vas a saber lo que se siente.  La siguiente vez que bajé al sótano y ví que no estaba el Oldsmobile, me estacioné tan cerca del lugar de la mujer que tuvo que pegarse a la columna de su derecha.

Aún así, ella siguió dejando su auto muy cerca de mi espacio cuando llegaba primero.  Luego, un día que casi rompí el espejo lateral del Buick al tratar de pasar junto a la columna, apoyé la cabeza sobre el volante e imploré en silencio: ¡Dios mío, esto no puede seguir así! ¿Qué debo hacer?

Pronto supe la respuesta.

Al día siguiente, cuando la mujer bajó al sótano, encontró un sobre en el parabrisas de su coche.  Dentro había una nota que decía:

"Querido Oldsmobile:
Siento mucho que mi dueña le haya gritado a la tuya el otro día.  Ya sabes los locos que a veces son los humanos.  Ella todavía lo lamenta.  Lo sé porque ya no canta mientras conduce.
Debo decirte que no acostumbra enojarse así.  Lo que ocurrió es que acababa de recibir malas noticias y se estaba desquitando con ustedes.
Perdónala, por favor.
Tu vecino,
Buick".

Cuando bajé al sótano al día siguiente, el Oldsmobile ya no estaba, pero había en el parabrisas de mi auto un sobre con una nota que decía:
"Querido Buick:
Mi dueña también lamenta el incidente.  La razón de que estuviera estacionándose tan mal es que acababa de aprender a conducir.  En adelante les dejaremos más espacio.
A mi dueña le alegró recibir tu nota.  Le gustaría que fuéramos amigos.
Tu vecino,
Oldsmobile".

No pude menos de reír mientras encendía el motor.  Desde entonces, siempre que el Buick se cruza con el Oldsmobile en el camino, sus conductoras se saludan amablemente y sonríen.

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