Cuando yo tenia tu edad...
(Selecciones del Reader's Digest, Marzo de 1999)
Por Darrell Hookey

Cada vez que le pedía a mis padres que me llevaran a la escuela en coche, me soltaban el mismo sermón: “Cuando to tenía tu edad, no nos llevaban en coche al colegio.  Teníamos que caminar tres kilómetros, descalzos, sobre la nieve, ¡Y de subida! ¡Tanto de ida como de vuelta!

Era un suplicio escuchar eso, y más  aún, cuando por fin conseguía que me llevaran, pues en el camino debía soportar otras críticas a mi “remilgada”generación.

Ahora sé que mis papás tuvieron que aguantar el mismo trato de sus mayores, si bien a ellos los atosigaban con cantinelas como ésta: “Cuando yo tenía tu edad, no había lavadoras que exprimieran la ropa.  Teníamos que azotarla contra las piedras del río”.  Y al saber esto me doy cuenta, con inocultable placer, de que yo podré torturar de igual manera a mis hijos.

He empezado a preparar algunas amonestaciones para fustigar a la siguiente generación.  He aquí una muestra:

“Cuando yo tenía tu edad, no había videograbadoras.  Si queríamos ver un programa de televisión, teníamos que plantarnos frente al aparato a esperar que pasara.  Y si había algo bueno en el otro canal, teníamos que esperar a que lo repitieran en el siguiente verano para poder verlo”.

“No había teléfonos programables.  Cada vez que queríamos llamar a alguien, teníamos que marcar número por número.  Y si la línea estaba ocupada, nos despellejábamos los dedos de tanto marcar”.

“No había videocámaras.  Cuando regresábamos de las vacaciones, teníamos que enviar los rollos a revelar y las fotos nos llegaban varias semanas después”.

“No había cajeros automáticos.  Si necesitábamos dinero, teníamos que ir al banco y hacer cola entre las 10 de la mañana y las 3:30 de la tarde”.

“No había aparatos de control remoto.  Si uno quería ver otro canal o escuchar otro tipo de música, tenía que levantarse y mover a mano los botones”.

“No había contestadoras telefónicas.  La gente hablaba con la gente.  Y si uno esperaba una llamada, tenía que estar en casa para recibirla”.

“No había relojes digitales.  Si uno quería saber la hora, debía aprender a descifrar  qué diablos indicaban las manecillas”.

“No había despertadores con botón de pausa.  Si queríamos dormir dos minutos más, corríamos el riesgo de quedarnos pegadps a las sábanas y llegar a la escuela con dos horas de retraso”.

“No había bicicletas para monaña de 21 velocidades.  Sólo teníamos la velocidad de nuestras piernas para pedalear”.

“No había discos compactos.  Si queríamos oír música, poníamos un enorme disco de vinilo.  Y había que aprenderse de memoria en dónde estaba rayado para poder correr a levantar la aguja del tocadiscos en el instante en que empezaba a saltar”.

Podría seguir, pero con estos ejemplos basta.  Nosotros, los papás de hoy, nos divertiremos tanto como nuestros padres.  ¿Quien habría imaginado que las cintas de música de ocho pistas algún día nos iban a servir para pavonearnos?

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