PARAPAPA
(Escrito por nuestro amigo Luis García Alvarado)
Está dedicado a mi padre, lo escribí hace algunos años, todavía vive tiene 82 y hace un año enviudó de mamá, en su soledad quise hacerle llegar esta pequeña reflexión en prosa.
 

PARAPAPÁ

A mi padre.

Dios quiso abrir un paréntesis contigo.  Algún rincón donde esconder lo bello.  Algún rincón para sembrar ternuras...

Y no buscó París, Venecia o Roma.  Se le ocurrió ponerte en estos rumbos donde el arco del triunfo es la miseria, donde navega la góndola de la desesperanza y el Vaticano de la frustración reina campante.  Aquí la humanidad se encuentra en mora con la gente y el siglo veinte se quedó dormido, al pie de la ventana de la Historia.

En este desierto de lodo y de cemento, en los prosaicos tiempos del monarca verde, hizo Dios una broma tan macabra y te dejó sembrado entre nosotros, para cumplir un capricho milenario y recordarle al barro, aquel soplo divino tan lejano.

Y entonces aquí tu... a hacer lo que podías.  Patriarca de las cosas exquisitas, generoso pastor de la sonrisa, timonel incansable de tu lucha, supiste ver más que gigantes del absurdo, la realidad detrás de los molinos.  Se deslizó la solidaridad entre tus letras como agua de creciente.  Rompiste con tu pluma la frontera del llanto y de la risa, escribiendo a tus anchas, una historia del hombre diferente.

Entre un camino de lágrima y sonrisa, se congregó tu vida, junto a la compañera de tus sueños, cómplice audaz de todas tus rutinas.  Mago creador de un universo propio, no pudo jamás la vida derrotarte, no olvides que a la orilla de tu triunfo, te aguardan otras metas todavía..

No cobrarás tus deudas a la vida, te debe Dios una labor impaga, el mundo te adeuda la sonrisa, morosas son contigo las palabras y aunque tengas derecho a la felicidad más plena, aun debe de mostrarse esquiva, para verte por siempre en pie de lucha y para que la humanidad no pierda tu concurso.

Puedo decirlo ante todos con orgullo, soy el rubro más alto de la deuda.  La millonaria cuenta de mi vida, no se podrá cubrir de modo alguno.  Faro maravilloso de mi puerto, prendió su luz en la lejana infancia y no se apagará por mi sendero, aunque agotaran las fuentes de agua fresca, sus tiernos manantiales a mis plantas.  Totalitario mecenas de mi espíritu, señor del alma mía y de mis cosas, todo lo bueno me llegó de ti, de tu semilla.  Me marcó la mística huella de tu surco y esta sangre sellada con tus signos, que corre por el cerco de mis venas, trasciende la expresión de las palabras, que no supe decir para llamarte padre.

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