MAMA, ES HORA DE VOLVER A CASA
(Fuente: Página T1MSN)
Por: Vicky Campos

El péndulo está oscilando hacia casa, es la declaración que hizo Brenda Hunter al Washington Times. La doctora Hunter es una psicóloga de renombre que se ha especializado en los estudios de la relación madre-hijo.

En su último libro, titulado Home by Choice, ella explica cómo los padres de hoy en día están comprobando que su presencia en casa es primordial. Hunter refiere que este fenómeno se da como una reacción a las tres últimas décadas en las que ha dominado la imagen popular de la supermamá, que combina a la perfección un trabajo de tiempo completo con el cuidado de su casa, su marido y sus hijos, que además son difíciles de tratar.

Las madres de hoy se han dado cuenta que la supermamá sólo puede existir en las películas, y en el caso de existir en la vida real, tendrá entre sus hijos a niños inseguros que carecen de cercanía emocional con su madre, a quien necesitan desesperadamente.

El periódico The Washington Times realizó una encuesta cuyos resultados reflejan que el 80 por ciento de las madres con edades entre 18 y 29 años está tomando la opción de quedarse en casa al cuidado de sus hijos, en lugar de salir a trabajar. Public Agenda realizó otra encuesta en la ciudad de Nueva York, mostrando que las nuevas generaciones de padres de familia rechazan la filosofía de darle todo el bienestar material a los hijos, que ellos recibieron de sus propios padres.

En lugar de eso, se está adoptando la postura de ofrecer cercanía y presencia física, poniéndola por encima del mayor bienestar material que podría conseguirse trabajando fuera de casa. Según sus encuestas, las madres con hijos de cinco años o menores, opinan que la mejor manera de dar a los hijos la atención y el afecto que necesitan es estando con ellos en casa.

Quién se hubiera imaginado que la figura de la supermamá se vendría abajo tan pronto y se volvería a imponer el modelo de la madre que está en casa con los hijos y participa de sus tareas y juegos, que había pasado a ser parte de los cuentos y leyendas de las abuelas. En sólo treinta años vemos un panorama muy diverso del que se veía durante la década de 1970, marcado por altos índices de divorcios, en que las mujeres se vieron forzadas a dejar a sus hijos en guarderías para poder sostenerse económicamente. En este período, comienza la devaluación de la maternidad y la entrada en escena con gran fuerza de los grupos feministas activistas que afirman que la mujer ha de ser liberada de la prisión del hogar y del yugo intolerable del marido y de los hijos.

Así, poco a poco, con la ayuda de los medios de comunicación y la influencia de estos grupos activistas, se implantó el modelo de la superwoman. Todo en la cultura y en la publicidad invitaba a pensar que obtener un buen trabajo era la prioridad y la mayor aspiración que podría tener una mujer.

Hunter afirma que en la década de 1990 fue popularizado el mito del niño resistente, que consistió en creer que los hijos son de plástico más que de cristal, y por tanto, no es necesario darles atención especial. Ellos mismos son capaces de regresar solos de la escuela y ocuparse de satisfacer sus necesidades fundamentales sin necesidad de un cuidado especial de sus padres. Finalizando esta década, el doctor Joseph Zanga, presidente de la Academia Americana de Pediatras, anotó los errores evidentes de este mito.

Sin comparación, nuestros niños están más sanos físicamente de lo que estaban décadas antes; sin embargo, su salud emocional es cada vez peor y va en caída. Esto se refleja en los crecientes índices de abusos, violencia, transmisión de enfermedades sexuales y embarazos en adolescentes. (Dr. Zanga, 1998).

Estos son los hijos de las supermamás de los 70, y hoy enfrentan las dificultades que les ha acarreado la falta de atención de sus madres en la edad más importante.

Es así como la superwoman está siendo desplazada por la verdadera figura de la madre. Sin embargo, es lamentable que se haya hecho daño a tantos niños para demostrar que los modelos que presentan los medios de comunicación y las ideas feministas radicales no estaban en lo cierto.

Antes de volver a experimentar con ellos, mirémosles a los ojos y preguntémosles si quieren pagar con el abandono de sus padres para tener a cambio la compañía de un nuevo coche o televisor en casa. Esto es lo que el feminismo exacerbado de hace unas décadas ayudó a conquistar a nuestros hijos: más cosas materiales y menos amor. ¿Queremos más de este feminismo?

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