CARTA A MI PADRE
(Escrito por Pavlov Valcon)
Así como se me escapa el agua entre los dedos, como se oculta el sol tras las montañas o quizá como se caen las hojas de los árboles, te fuiste y yo no pude hacer nada.

Y ahora aquí ante su cuerpo inerte, quiero dedicar a tu memoria estas palabras.

Tuviste tú diez hijos, yo solamente tuve un padre. Sin embargo me amaste como si hubiera sido tu hija única; ahora que soy madre he comprendido. Supe de tu amor, de tu dolor y tu impotencia, tus temores, tus pesares y tus sueños y aún con todo esto en tu corazón y tu conciencia, jamás escuché  de tus labios un reproche. Yo también te quiero, fuiste de mí muy amado, te admiré y me enorgullecí de ti de tal manera, que pensé que para siempre te tendría.

Mírame ahora aquí ante tu cuerpo llorando con profundo desconsuelo, tú sabes, te dejé por circunstancias de la vida, y aún lejos de ti, sentí tu compañía, viviste en mi corazón todo este tiempo y el sólo oír tu voz, como dolía.

Ahora que te has ido para siempre, ahora que te has ido de mi vida, ahora te diré lo que soñaba. Soñaba que volvíamos estar juntos, te miraba junto a mí y yo manejaba por una de esas carreteras solitarias, mirando los dos el horizonte, ese sol que cada tarde perseguía y soñaba, y platicábamos, y aceleraba, te miraba y seguía acelerando hasta perder la tierra en la distancia y seguíamos volando al infinito, solos tu y yo, padre e hija.

Viviste en mi corazón todo este tiempo y sé que no tuve que decírtelo, tú lo intuías, te supiste muy amado, y te lo dije, aunque fuera otra la realidad en esta vida.

Yo sé que tu corazón también sufrió, lo pude adivinar en tu mirada y en aquel beso en tierna despedida, te vi esa última vez y yo lo supe, que aunque lejos siempre serías mi padre y yo tu hija.

Ahora se ha llegado tu partida y que puedo agregar, palabras sobran, estoy aquí ante tu tumba agonizando, mirando por última vez tu rostro amado.

Te volveré a ver, sólo Dios sabe, yo sólo sé que tu recuerdo consolará el resto de mi vida.

Ahora tengo que abrir mi corazón para dejarte que cruces el umbral de la otra vida.

Ahora tengo que aceptar aunque no entienda que te fuiste para siempre de mi vida.

Tengo que entregarte al polvo de la tierra, del cual fuiste formado aquel día, ahora abre el sepulcro su garganta para recibir tu cuerpo y mi agonía.

Si pudieras contemplar éste momento, yo sé papá que te alegrarías, estamos todos juntos este día, para empezar una nueva página en la vida.

Llora ahora mi corazón con amargura, pero no somos eternos, lo sabía. Pero esto duele papi y te querré siempre mientras viva; lloré muchos años, muchas noches, muchos días, estas lágrimas aquí no son fingidas. Siempre supe que te irías, no lo ignoraba, sólo cuando, eso si no lo sabía.

Aún esta mañana me negaba a aceptar con dignidad esta noticia,

mi corazón guardará siempre, el lugar que dejaste vacío en tu partida, nunca dejaré de pronunciar tu nombre, porque aún la muerte aunque trate, jamás separará a un padre de su hija.

He venido hasta aquí y aún trato de pensar que esto es sólo un sueño. Déjame pagarte ahora mismo el último tributo que mereces. Aunque sólo sea lágrimas y palabras de mi corazón ante tu sombra fría.

Así como se escapa el agua entre los dedos, como se oculta el sol tras las montañas,

quizá como se caen las hojas de los árboles, te fuiste y yo no pude hacer nada.

Marzo de 2004

María Valenzuela Contreras.

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