Elbañodelosjuguetes
Martha A. Salotti.

Una vez había una nena muy trabajadora. Se llamaba Anita. Todas las mañanas,
después de lavarse y de tomar el desayuno, Anita iba a despertar a los juguetes.

- ¡Arriba, dormilones! -les decía-. ¡Pronto, que tengo que lavarlos a todos y darles
el desayuno!

El primero que saltaba era Timoteo, el perrito. Iba solito, se lavaba, se peinaba y
después decía:

- Guau guau, buenos días, nena.

- Buenos días, Timoteo. Ayúdame a despertar a Teófilo, que es un gato muy dormilón.

Entonces Timoteo iba al almohadón donde dormía Teófilo y empezaba a ladrar y le
tiraba de una oreja.

Teófilo, sin abrir los ojos, le daba un manotón.

- ¡Vamos, Teófilo, despierta! Empieza a lavarte la cara, como hice yo.

Y Teófilo le daba otro manotón. Entonces empezaba la pelea:

- ¡Guau guau - miau miau -guau guau! ...

- Chicos, no peleen -decía la nena al oírlos-. ¿No ven que estoy ocupada lavando a la
jirafa?... ¡Por qué tendrás el pescuezo tan largo, Camila! ¡No se acaba nunca de lavarlo!

- No me laves todo el pescuezo, Anita. ¡Lávame hasta la mitad!

- ¡Pero Camila! ¡Cómo te voy a dejar medio pescuezo limpio y medio pescuezo sucio!
y Anita seguía lavando.

- Bueno, ahora vamos a lavar esas patas.

- ¡No quiero que me laves las patas hoy!... -gritaba Camila.

- No grites, Camila, porque igual te voy a lavar. ¡Menos mal que las patas de atrás son
más cortas, si no, no acabaría nunca! Bueno, Camila, ya estás limpita. Vaya, póngase al
sol para secarse. Ya le voy a dar la leche.

Después le dijo al elefante:

- Venga para acá, Nilo; ahora le toca a usted.

¡Pero Nilo estaba muy caprichoso! Empezó a gritar:

- ¡Yo me quiero lavar solo!... ¡Yo me quiero lavar solo!...

- ¿No ves que tú solo no puedes lavarte las orejas?

- ¡No me gusta lavarme las orejas!... -gritaba Nilo.

Pero Anita lo tomó y le lavó las orejas.

- ¡Ay, qué orejas tan grandes tienen los elefantes! -rezongaba la nena. Nilo se echaba para
atrás y seguía gritando:

- ¡No me laves las orejas! ¡No me laves las orejas!

- ¡Cómo no te voy a lavar las orejas, Nilo! Es muy feo ver a los niños con las orejas sucias -.
Y Anita le lavó las orejas. Después le dijo: Bueno, ahora te doy permiso para que te bañes solo.

¡Qué contento estaba Nilo! Llenaba la trompa de agua, la daba vuelta para atrás y se echaba
agua encima como una lluvia.

Entonces las muñecas pidieron a la nena:

- ¿Anita, nos das permiso para que el elefante nos bañe con la trompa?

- No, porque van a mojar todo el piso -dijo la nena.

Pero el elefante, que era bueno, le explicó:

- No te preocupes Anita; después yo traigo el trapo y con la trompa seco el piso.
Entonces la nena las dejó.

¡Cómo se reían las muñecas cuando les caía la lluvia que les hacía el elefante con la trompa!

En eso Anita oyó unos gritos: -Ay, ay, ay...

La nena fue corriendo y preguntó:

- ¿Qué pasa aquí? ¿ Por qué lloras, Bengala?

- ¡Porque Timoteo me hace mal!...

- Timoteo, ¿qué le estás haciendo al pobre tigre?

- ¡Nada!... yo no le hice nada... Lo estoy bañando, pero tengo que cepillar fuerte para ver
si le saco estas rayas negras que tiene... ¡y no le salen!...

- Pero Timoteo... ¡esas rayas del tigre no son de suciedad! ¡Por más que las cepilles no salen!
¡Las tiene desde chiquito!...

- Y bueno, ¡yo no sabía! -dijo Timoteo... Entonces le dio un beso a Bengala y se hicieron
amigos otra vez.

Por fin la nena puso todos los juguetes al sol para que se secaran... ¡Claro!... ¡porque si los
secaba con la toalla, no acababa nunca!...

- Duerman un rato -les dijo. Y todos los juguetes cerraron los ojos.

Entonces Anita fue a buscar un pedazo de pan con manteca y mientras lo comía, les cantaba:

Sale el sol, sale el sol
a la puerta de mi casa
para ver, para ver
a los muñecos dormidos...
Y todos los juguetes dieron un salto y gritaron:
- ¡ESTAMOS DESPIERTOS!
Y después cerraron los ojos y le dijeron a la nena:
- ¡Anita, empecemos de nuevo!
Y entonces volvían a empezar. !


 
 
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