OTRA VEZ
(Escrito por nuestra amiga
Adriana Moreno Mendoza)
¿A poco nunca les ha pasado?

Falta media hora para entrar a mi trabajo y aquí sigo esperando el camión, no es que no haya pasado, si no que los choferes parecen tenerle miedo a la cantidad incontable de personas que esperan su servicio y prefieren pasarse de largo, pero lo que no saben o prefieren ignorar es que mientras más lo hagan, la gente se convertirá en una masa sin mente que los atacará al intentar subirse a la unidad.

¿Qué no saben que la gente trabaja? ¿Por qué tardan tanto en pasar? ¿Por qué los demás choferes se pasan de largo?, ¡son unos infelices!

Cosas por el estilo, yo gustosa participaría en dicha muestra de inconformidad, pero hoy no, hoy debo llegar a tiempo, y no quiero perder ningún minuto mentando madres.

Otro camión se dibuja en la esquina, la gente camina unos cuantos pasos, para dejarnos a los demás hasta el último, la gente suplica internamente o a viva voz que se detenga el chofer, nada, pasa de largo, los insultos esta vez son mayores y me veo arrastrada a corearlos.

Faltan 15 minutos para llegar a mi trabajo, no puedo llegar tarde, fue la última advertencia de mi jefe “vuelves a llegar tarde y te vas” y no quiero irme, la desesperación está cayendo sobre mí, me integro en una plática de dos señoras visiblemente molestas, ¡Claro! Aumentan la tarifa pero se niegan a darnos el servicio.  Yo tengo un pariente legislador, hablare con él, yo intervengo diciendo que los legisladores no sirven para nada, ni el gobierno, ni el ayuntamiento ni nadie, la señora visiblemente molesta por el insulto a su pariente, se aleja de mi, y la otra por igual.

¡Ahí viene otro camión! Gritan por allá, armada de valor y con mi bolsa desenvainada, me paro frente a la calle, o se detiene o me atropella, cualquier resultado me va a servir, se detiene, la gente me mira sorprendida y aprovecho para ser la primera en subir, no hay ventaja, el camión viene atascado, solo pudimos subir tres personas, ni siquiera quiero ver el reloj, mi mente comienza a trabajar en mil excusas, pero todas ya se las dije, me encuentro sin opciones, un golpe en mi cabeza me hace reaccionar y le devuelvo el golpe al tipo, él se disculpa, lo hizo sin intención, pero a estas alturas mi nivel de estrés esta en su apogeo, estoy en las escaleras, me asomo al pasillo y veo un hueco entre las personas, me enojo más.

¿Porqué no pueden recorrerse?, subo mis brazos para abrirme camino entre la gente, golpeo, piso, mallugo, pero finalmente dejo atrás a esas personas y me encuentro en el hueco, puedo ahora sostenerme en los barrotes, veo mi reloj, nueve en punto, y aún me faltan 10 paradas y 4 cuadras para llegar a mi trabajo, vuelvo a repasar las excusas, mezclo unas con otras, que si mi perrito rompió el despertador, no, esa ya la usé, que si se fue la luz, esa también, mi mente trabaja a mil por hora y encuentro algo mejor que una excusa, una razón para que no me corra, ayer me quedé haciéndole la tarea a su hijo, dos horas extra, y un diez para el niño, sonrío, todo parece estarse calmando.

Un tipo que se acerca a mí, me saluda con una inclinación de cabeza, lo ignoró, vuelvo a voltear y ya no está al alcance de mi vista, un claro repegón me hace girar violentamente y soltarle un guamaso al agresor, el tipo me mira sorprendido y asustado, ¡pervertido! ¡Sucio! grito por todo el camión, la gente comienza a reírse y me siento ultrajada, pido la bajada al camión, de cualquier manera no llego a tiempo.

Me bajo a buscar un taxi, y como ley de murphy no pasa ninguno, 9:10 am, ¡Dios! Comienzo a caminar con desesperación valiéndome que mis tacones sufran las consecuencias, un taxi a la vista, lo paro, ¿a dónde va seño? Av. México y López Mateos,  el taxista pone el taxímetro, le pido que vaya lo más rápido que pueda que ya voy tarde, 9.18 am, los semáforos parecen estar en mi contra: puros altos, 9.25 am, llegamos, el taxímetro marca 54.80 pesos, son 60 seño, ¿Cómo?  Ahí dice otra cantidad, si pero la redondeamos, ¿porqué?, por que así es esto seño, saco mi cartera, solo traigo un billete de a 50 y otro de a 100, me bajo del taxi, solo traigo este billete, le enseño el de 50, oiga no, mínimo deme 5 pesos más, no, ahora lo redondeo yo, le aviento el billete y camino con paso veloz a la puerta de mi trabajo, no veo la camioneta de mi jefe, respiro profundo, ¡me salvé!

La oficina parece desierta, después de todo parece que llegue a tiempo, dejo mi bolsa en mi escritorio y me voy al baño a retocar, 9.30 am salgo del baño y me siento en mi escritorio, veo con horror un mensaje de mi jefe: “estás despedida, pero antes necesito unas llamadas, llegaré como a las 12 pm”

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