LLAMADA PERSONAL
(Escrito por nuestra amiga Ninisvia Fleitas Llorca)

Esta corta historia espero les agrade es vivencia personal, yo soy Cubana y escribo desde los 10 años aproximadamente, ya tenía años que no hacía nada y hoy me motivé y esto salió inspirado en mis tesoros personales.  Gracias.

Disculpe señor... ¿Ha visto usted a Tomás o a Panchita? son gente buena, que luchó toda su vida ¡Muy honradas y trabajadoras!

¿Hay mucha gente allí? ¡Se escucha mucho ruido!

¿No me ayuda por favor? ¡es difícil contactarlos!

Dígale que yo los busco, quizás por un altavoz... y allí sus nombres... señor,  ¡se alegrarán tanto!

Cuando pequeña con Tomás, cuidamos pollitos, ¡le encantaban los animales! uff... y cómo se hereda... yo no puedo ver uno porque  me derrito.  Tomás parecía loquito, trabajaba en lo que fuera, era un viejito amigable, gustaba mucho de jardinería pero él solo tenía picos, palas, tijeras y rastrillos, (unas escobas con pinchos) y así, allá iba a cortar los jardines...  y pues claro con todos sus perros: Roberto, Mariposa y un montón más de nombres, a veces hasta 10 y con todos caminando tras él.

Iba a trabajar en zonas de casas más adineradas y en algún rinconcito le dejaban guardar sus perritos... les cuidaba y daba de comer.  Luego, al volver a casa, los dejaba en su guarida... yo nunca pude ir a verlos, era lejos, pero cada noche cuando llegaba  a la casa me contaba todas aquellas historias.

Tomas no sabía leer ni escribir y ¿saben? pues yo lo hice aprender a hacer su firma y entonces las dejaba en las paredes por doquier, ¡que tremendo! ¡y unos cochinitos! los dibujaba bien feos...

El no veia apenas, pero me gustaba mucho ver sus ojitos grisáceos muy pequeños, su piel muy arrugadita y quemada por el sol, y siempre llevaba unos sombrerotes tan grandes y su ropa de campesino.

La gente lo quería mucho y siempre le daban algo que hacer, 80 años y aún andaba buscando trabajo...

Me contaba historias de ciclones, años atrás cuando era joven y como era la vida entonces... quedé tan impresionada con aquellas historias, mientras tanto jugábamos con mis muñecos, si, esos que él me traía, tan loco, a veces eran cajas de muñecos que le regalaban y algunos sin ojos, sin un pie, sin un brazo... uno de ellos Pancho el largo... qué feo, sin un ojo, sin un pie y sin un brazo, pero ése nos encantaba, aún así todo destrozado, fué feliz en nuestras aventuras.

Allí andaba también Panchita... ella se molestaba con esas cosas, juguetes feos y rotos.

Tomás, ¿Porqué traes esas cosas? ¡Ella nos hacía una comida tan rica! Café con leche en las mañanas, recién coladito en el tipico colador de trapo, ¡Pero qué rico! y pan con mantequilla... trabajando en casa para darnos toda su vida, destinando cada latido de su corazón a nosotros, junto a mí cada fiebre, cada hospital, sufriendo cada ataque de asma en las noches, ella corría al doctor y Tomás lloraba por mí.

Panchita sabía leer y me enseñó; me formó, me hizo el ser que hoy soy y tambien heredé, su valor, su fuerza, su humildad, su valentía para andar... ella no vió mucha television, pues no tenía y eran muchas hermanas ¡como doce! , asi me contó... recuerdo que nunca pude hacerla bañarse en el mar y yo soñaba que la hacia entrar, a mí me encantaba y otro día le pinché las orejas y le puse aretes, ¡Cómo aguantó!...

Un día, Panchita dijo ver todo obscuro y se nos ahogaba entre despedidas y temores.  Quise abrazarla y detenerla, yo nunca creí que escapaba ante nuestras miradas, era tan fuerte...

Y Tomás, el de hierro, quedó postrado en sus ganas de andar la vida y de hacer por mí y por todos.

El tiempo no ha parado desde entonces y ahora enseño a escribir a mis hijos, a dibujar, a luchar... gracias Panchita... a respetar, a amar los animales y ¿Porqué no? pues ya saben, ¡Viene incluido! allí vamos todos a salvar perritos de la calle, pajaritos, lo que viva, gracias Tomás.

Tambien luchamos sin perder las fuerzas.

En la vida tenemos amores tan profundos, tan sinceros, tan hermosos, tan únicos... a veces nos llegan cuando somos muy pequeños y entendemos poco y parten antes que comencemos a valorarlos.  Ahora cuando casi cuarenta primaveras he vivido, sólo me queda el recuerdo, alguna foto y unas ganas inmensas de abrazarlos, una sed de ellos interminable... pero nada más logro pedir a gritos una llamada a ver si alguien allí en el cielo los encuentra.

Con amor a mis abuelos...
Ninisvia Fleitas Llorca.

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