LA PRIMERA VEZ
(Escrito por nuestro amigo Benjamín García)
Finalmente el momento había llegado. No estaba completamente seguro, pero algo en su interior le gritaba que tenía que ser o ahora o, quizás, nunca. Optó por la primera posibilidad.

- Oye...- Musitó temblorosamente su voz.

No era un buen modo de comenzar una declaración de amor, pero su cerebro estaba completamente en blanco, muerto, encefalograma plano.

- Dime- Replicó la mujer de sus sueños.

Bien, quizás el calificativo "mujer" resulte un poco ambicioso, sería preferible utilizar "chica", e, incluso, "niña". De hecho, a los 16 años nada está aún completamente definido. El ruido que producían las rodillas de nuestro protagonista masculino, al chocar una con la otra, no le dejó escuchar con nitidez el vocablo surgido de aquellos labios durante tanto tiempo deseados.

Por un momento dudó, pensó que sería mejor no decir nada, que era preferible continuar como hasta ahora que no arriesgarse a una negativa, a una desilusión. Su pequeño mundo interior se derrumbaría si eso ocurría. Pero, ¡qué narices!, ¿quién no intentaría abrir la puerta del Cielo de tener la oportunidad de hacerlo?. Inspiró una buena bocanada de aire y continuó:

- Sabes, siempre que estoy contigo me encuentro muy bien, aunque no hagamos nada en concreto, y creo que eres muy guapa, y me gustaría... me gustaría...-

Su corazón latía desbocado, de hecho le parecía que acababa de estallar. Su lengua se retorció sobre sí misma hasta formar un nudo digno del mejor de los lobos de mar. Estaba mudo, no podía más que balbucear monosílabos sin sentido.

Ella le miró, impaciente, sintiendo lo que iba a ocurrir, deseándolo. Por un momento tuvo el impulso de besarle sin más, de no esperar a que acabara su insegura declaración. Pero, ¿y si estaba malinterpretando sus palabras? ¿Y si solamente intentaba pedirle los deberes de inglés?. Ahora eran sus rodillas las que temblaban y repiqueteaban.
Todo un concierto.

- ¿Te gustaría..?- dijo ella al fin.

- Me gustaría... Bueno, eso... Salir contigo, que fueras mi novia... Me gustas, me gustas mucho...
El silencio se apoderó de la situación. Él bajó los ojos hacia el suelo, incapaz de adivinar el desenlace que se avecinaba. Mientras, ella intentaba pensar la manera más romántica de terminar la escena, pues todo su ser chillaba: "Sí, yo también te quiero. ¿Por qué has tardado tanto? ¿Por qué no me abrazas?". Finalmente decidió no alargar más la agonía.

- Tú también me gustas.

Después, un beso, el primer beso. ¡Qué bien sabe el primer beso! Nadie lo olvida jamás. Aunque pronto se descubre que no es más que un espejismo de perfecta felicidad a la entrada de un difícil laberinto, cuyo entramado de pasillos pocas parejas logran recorrer airosamente. ¡Oh, "l'amour"! ¡Qué bonito es el amor! Dios lo bendijo, aunque olvidó adjuntarle la garantía y la fecha de caducidad. Bueno, después de todo sólo somos humanos. En fin...

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