EL LUNAR DE ELISA
(Escrito por nuestro amigo Jorge Guerrero)
--Mucha gente tiene un lunar en la cara-- dijo Pedro a su amigo quien le contaba desesperado lo delacidente.

--Sí, pero sería practicamente imposible que en esta ciudad hubiera dos mujeres con un pequeño lunar del mismísimo tamaño exactamente en el mismo lugar del rostro. ¡Te digo que es ella!

Luis se había ausentado de la hermosa ciudad de Guadalajara desde hacía trece años, cuando sus padres se mudaron a Tampico. Una de las cosas que más le habían dolido era ya no poder ver,  aunque fuera de lejos, a la bella compañerita de clases, Elisa Maldonado, de quien estaba profundamente enamorado a sus escasos once años. Debe haber sido amor del bueno lo que Luis sentía  por Elisa pues jamás la  había olvidado y ni siquiera quiso hacerse de alguna novia  porque nunca dejó de soñar en volver a Guadalajara, buscar a la  que por ahora debería ser una bella joven de 22 años y decirle que ella había sido el amor secreto de su vida.

El joven, recién egresado del Instituto Tecnológico de Monterrey, había recibido de sus padres como regalo de graduación un viaje de dos semanas a la perla tapatía, con permanencia  pagada en uno de los  hoteles del centro y además dinero suficiente para pasársela a lo  grande. No es que el padre fuera rico, pero él sabía de los sueños de su hijo y sacrificando algo de sus ahorros deseaba ayudarlo en lo que fuera posible.

Cuando Luis llegó a Guadalajara lo primero que hizo fue comunicarse con su amigo de la infancia, Pedro, con quien siempre se estuvo carteando y quien lo había visitado varias veces en Tampico y Monterrey. Pedro le había escrito años atrás que Elisa se había mudado de su casa cerca de Ia Plaza de la Bandera y nadie le había podido dar razón de su nuevo domicilio. Aun así Luis tenía grandes esperanzas de encontrarla si dedicaba cada momento de su estancia en la ciudad a buscarla por mar y tierra. Una mujer como ella, sumamente hermosa, y además con un pequeño  lunar perfectamente situado entre las dos cejas no podía pasar desapercibida.

Pero a los dos días de Luis haber llegado a Ia capital jaliscience un acontecimiento le partió el corazón. Esa mañana aI procurar cruzar Ia Calzada Independencia, cerca del mercado San Juan de Dios, oyó un tremendo chirrido de frenos de un inmenso autobús urbano. Alguien había sido atropellado. La curiosidad le Ilevó hasta el sitio y cuál no fue su sorpresa cuando vio que la atropellada era una bella joven que estaba inconsciente, aparentemente con vida, quien lucía un pequeño lunar exactamente entre las dos cejas. El pobre Luis casi se cae cuando las piernas se le doblaron. Pronto una ambulancia se llevaba a la joven, quedando Luis recargado en un poste, totalmente devastado.

En una ciudad como Guadalajara, con sus ocho millones de habitantes, un accidente como ese de la Calzada Independencia apenas ocupa un pequeño espacio en los periódicos. Cuando leyó en su cuarto de hotel esa tarde la noticia en un diario vespertino que le había traído su amigo Pedro, Luis experimentó lo que es recibir dos puñaladas del destino en un solo día: La joven había muerto al llegar a Ia Cruz Roja sin que se supiera de quien se trataba. La nota pedía que si alguien llegaba a saber de una joven con un lunar perfectamente situado entre las cejas que no regresara a su casa esa noche, se comunicara con la policia.

Pedro no encontraba Ia forma de consolar a su amigo. Aunque él había dicho que mucha gente tiene un lunar en Ia cara, ni él mismo creía que no se tratara de Elisa, la mujer a quien su amigo había venido a buscar.

Al siguiente día Luis se levantó después de la más mala noche de su vida y comprando un periódico se metió en un café y se puso a buscar en el diario algo sobre el accidente mortal del día anterior. Una nota pequeña decía que ya se sabía quien era la accidentada. Le pareció un tanto extraño leer que se trataba de una tal Brisa M. Martinez. Seguramente había una pequeña equivocación en su nombre, pensó Luis quien se propuso indagar en cual casa funeraria sería velada la única mujer que había habido en su joven vida, vida que en cierta forma había terminado el día anterior allá en Guadalajara.

Al siguiente día, cuando Pedro llegó de su trabajo, su madre le comunicó que Luis había llamado. La llamada resultó extraña porque Luis solamente lo citaba para esa noche en cierto restaurant de lujo del centro.

Claro que Pedro esperó la hora de la cita sumamente preocupado y no sabía qué pensar cuando en Ia entrada del restaurant preguntó por la mesa de su amigo que le estaba esperando. "Efectivamente", le dijo el empleado, conduciéndolo a una mesa un poco apartada. Allá estaba su amigo Luis, radiante de felicidad con una bella acompañante.

 --Seguramente te acuerdas de Elisa-- le dijo Luis, quien observaba sonriente cómo su amigo se quedaba boquiabierto ante Ia preciosidad de mujer que su amigo le estaba presentando. Pues, sí, era Elisa, pero mil veces más bella. ¡Qué perfectamente centrado entre las cejas tenía un pequeño lunar!

Durante los minutos en que Luis le fue explicando lo que había pasado, Pedro iba de asombro en asombro. Su amigo le contó cómo fue que después de indagar por Ia funeraria,se presentó allá para ofrecer sus condolencias a la familia de Elisa. La madre lo observaba con profundo interés cuando Luis, con los ojos llorosos, le contó cómo es que él había amado a su hermosa hija desde prácticamente la niñez. En un momento dado de la plática Luis preguntó por qué el periódico llamaba Brisa a Elisa y por qué ese era el nombre que aparecía en el obituario.

Fue entonces cuando la desconsolada madre le dijo a Luis: "Mire joven, mi hija se llamaba Brisa. Ella nunca estuvo en Ia escuela que usted menciona. Nosotros apenas hace unos cinco años que nos vinimos a vivir en Guadalajara". Y luego añadió con una hermosa sonrisa: "Y además creo que sé dónde puede usted encontrar a Ia mujer que seguramente es el amor de su vida. Siempre que voy al banco Banamex que está en Ia esquina de Juárez y Corona, no deja de admirarrne que una hermosa empleada alIí --creo que debe ser una secretaria ejecutiva que a veces sale de una de las oficinas principales con algún papel o algo así- tenga un lunar exactamente igual al de mi hija. ¿Cómo puede ser que haya dos chicas con lunares  perfectamente iguales y además vivan en la misma ciudad?, es lo que me pregunto siempre. Seguramente ella es la joven que usted está buscando.

"Qué bonitas son las bodas", piensa Pedro mientras desde su asiento observa a la gente que se ha dado cita en el elegante salón de recepciones. No lejos de él están los padres de Luis charlando en forma animada con otra pareja. Doña María Martínez, invitada especial, platica con su nueva amiga doña Petra Maldonado. Luis y Elisa, tomados de Ia mano, ella preciosa con su vestido de novia, van de grupo en grupo, saludando y recibiendo felicitaciones.

Pedro piensa en su próxima boda con Ia hermosa Hortencia, quien está a su lado sonriéndole, orgullosa de que ella y su prometido hayan sido escogidos para ser los padrinos de los novios.

Pedro se sonríe al escuchar a una señora decirle a otra que Elisa y Luis hacen de verdad una linda pareja. Pedro vuelve a mirar a la bella Elisa quien no hace nada por ocultar la felicidad que la embarga.Y entonces le viene el mismo pensamiento que le ha quitado eI sueño muchas veces durante más de un año. El piensa en cómo fue que una de las dos únicas mujeres en Guadalajara con un pequeño lunar perfectamente centrado entre las cejas, con su muerte propició el encuentro de la otra con su enamorado. "Cualquiera diría que Brisa murió para traerle la felicidad a Elisa". En eso ve que desde lejos su amigo Luis le guiña un ojo, como si supiera lo que está pensando.

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