COCHE NUEVO, PERO...
(aportación de nuestra amiga
Soraya Alejandra Italiano)
Los viejos automóviles consumen mucho y contaminan en exceso. Pero, la compra de un vehículo nuevo no resuelve necesariamente el problema de la agresión al medio ambiente.

Los científicos han conseguido analizar las estadísticas de emisión de gases invernadero asignadas a los automóviles a lo largo de todo su ciclo de producción, consumo y eliminación. En contra de lo que se creía, el cambio de un coche viejo por otro nuevo y más eficiente no tiene por qué paliar necesariamente el problema del dióxido de carbono que alcanza la atmósfera. De hecho, podría empeorarlo.

Según Bert van Wee, del National Institute of Public Health and the Environment de la Utrecht University, el cambio de vehículo no supone una mejora en términos de CO2. A pesar de que los gobiernos promocionan la sustitución de los automóviles y de que diversos grupos de protección medioambiental propugnan también la llegada de nuevos vehículos como una forma de reducir las emisiones de gases invernadero, el cálculo final resulta contrario a los intereses de la atmósfera terrestre.

Lo que ocurre, para empezar, es que los nuevos coches son más pesados y potentes que los antiguos. Por ejemplo, un Volkswagen Golf actual pesa unos 1.100 kg, mientras que uno antiguo del mismo tipo no supera los 800 kg. Esto implica la necesidad de desarrollar más energía para moverlo. Por otro lado, los procesos de fabricación implican emisiones de CO2, como así ocurre con aquellos que se emplean para reciclar o eliminar los viejos automóviles.

Reducir la edad media del parque automovilístico holandés en unos tres años supondría un aumento de las emisiones de CO2 en un 4 por ciento. Esto en el mejor de los casos, ya que la gente suele hacer más kilómetros que antes ya que sus nuevos vehículos son más cómodos.

Por supuesto, un coche nuevo puede reducir las emisiones de óxidos de nitrógeno y de compuestos orgánicos volátiles, pero éstos podrían ser igualmente eliminados mediante el uso de catalizadores especiales instalados en los automóviles antiguos.

A pesar de todo, no se trata de que la gente deje de cambiarse el coche, sino que la industria automovilística trabaje más duro a la hora de paliar las emisiones de CO2, tanto directas como indirectas. (New Scientist)

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