YO ME MANDO SOLO
(Escrito por el afamado autor Alvaro Cueva)
www.alvarocueva.com
México está en guerra.  No hay otra manera de decirlo. ¿O cómo llamaría usted al intercambio de decapitados, bombas y operativos en el que vivimos? ¿Paz social?

¿Usted cree que si esto estuviera sucediendo en Estados Unidos o en España, la opinión pública no se atrevería de utilizar la palabra guerra?

¿Entonces por qué nosotros no la llamamos por su nombre? ¿Nos da miedo reconocer lo que está pasando? ¿Queremos tapar el sol con un dedo? ¿Nuestras autoridades temen algún tipo de represalia?

Pero lo peor del caso es que en México no sólo hay una guerra, hay varias y al menos una de ellas tiene que ver con nosotros. ¿Cuál? La guerra del “yo me mando solo”.

¿En qué consiste? En darle la espalda a la convivencia social para imponer, todo el tiempo, nuestra voluntad como personas.

Y es una guerra súper violenta porque va desde no hacer fila para subir al camión, boicotear las opiniones en los foros de internet y estacionarse en cualquier punto, a cualquier hora, hasta vender drogas para sacar un dinerito extra, echarle el carro encima al que cruza por la calle y amenazar con una pistola al que nos moleste.

Todos lo hemos visto o todos lo hemos hecho y no sólo fingimos, nos justificamos: tengo prisa, la vida está muy cara, nadie me pela, ando de malas, me caes muy mal, tú qué sabes.

Pasa en todos los niveles socioeconómicos. ¿O qué, a usted no le ha tocado ver las peleas entre las señoras ricas por estacionarse en un centro comercial?

Ahí se les quita lo ricas y les sale una agresividad y un vocabulario impropios de una “señora” y de una persona bilingüe, educada y con varios postgrados que hace yoga, medita e invierte en obras de caridad.

Pasa entre mexicanos de todas las edades. ¿O qué, usted no ha visto cómo se llevan los chavos en las primarias y las secundarias?

México es potencia mundial en “bulling” (maltrato e intimidación entre iguales) y no lo digo yo, está documentado. Nuestros jóvenes se están hiriendo todo el tiempo.

La guerra del “yo me mando solo” es tan sucia como la del narco porque también cobra vidas, porque también cuesta, porque se esconde en la doble moral, en el cuento de los valores, de los “caballeros” y las “damas”, y porque no hay autoridad capaz de pararla.

¿Usted no le ha mentado la madre al agente de tránsito que ha tratado de detenerlo por exceso de velocidad? ¿Usted no se ha hecho el ofendido después de haber sido capturado robándose algo en una tienda?

¿Usted no ha detenido el tráfico? ¿No se ha bajado lentamente de un taxi para retar al enjambre de carros que le están tocando el claxon, atrás, con desesperación?

¿Usted no le ha levantado la voz a un vendedor? ¿Usted no le ha reclamado con groserías a las operadoras que le han llamado por teléfono para recordarle que debe dinero?

¡Vamos! ¡No nos hagamos tontos! Somos muy buenos para pedirle a los políticos que se vayan si no son capaces de hacer su chamba, pero no somos capaces de respetar un semáforo.

Somos excelentes para atacar a todos los niveles de gobierno y para echarle en cara su ineptitud a nuestros funcionarios, pero jamás aceptamos nuestros errores ni asumimos la responsabilidad de nuestros actos.

¡Caray! Nos encanta meternos en los vientres de otras mujeres y condenarlas si abortan, pero no queremos hablar de educación sexual con nuestro hijos ni usamos condón.

¿Por qué el gobierno puede ser inepto y nosotros no? ¿Por qué ellos tiene que ser los culpables de todo y nosotros, de nada?

A lo mejor usted no se ha dado cuenta, pero no todos los delincuentes que nos están aterrorizando han salido de las filas del gobierno, también han salido de este lado de la realidad.

Han sido gente como usted o como yo que empezaron como nosotros: negándose a tener sus papeles en regla, saltándose las normas, desconociendo el pacto social.

Como que ya va siendo hora de que nosotros también nos apliquemos, ¿no? ¿Qué nos hace falta para entender que además de individuos somos una sociedad? ¿Otro terremoto? ¿Más huracanes? ¡Qué!
México está en guerra, en varias guerras y, curiosamente, nadie se mete con la nuestra, nadie está dispuesto a abordar el “yo me mando solo”.

¿Así queremos que nos dejen de secuestrar? ¿Así queremos que nos gobiernen? ¿Así queremos que ya no nos maten? No, pues con razón estamos como estamos. Con razón.

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