HIJOS DESCUIDADOS
(Publicado en el periódico EL NORTE)
Norah y Jorge Zuloaga

"Los niños y jóvenes de hoy son más violentos, parecen tener menos esperanza y se muestran menos felices. Esto se debe, al menos en parte, a que se dan cuenta de que ya no son el centro de interés para sus padres".

Esta afirmación hecha por William Raspberry, ganador del Premio Pulitzer, pone el dedo en la llaga de un mal que nos aqueja como sociedad.

Los padres de hoy enfrentan retos que resultan ser muy distintos a los que sus padres vivieron.

Por un lado, muchos matrimonios se ven en la necesidad de trabajar para generar un ingreso mayor, a fin de enfrentar los gastos crecientes implicados en mantener un hogar, o para hacerse de cosas que son vistas como "necesarias", de acuerdo con patrones fijados por una sociedad orientada al consumo; con lo cual, el tiempo de contacto con los hijos se ha reducido sustancialmente.

También se enfrentan a una situación que no saben manejar porque no les tocó vivirla: los niños de hoy son más despiertos, inquietos y reciben tantos estímulos, que resulta difícil motivarlos y mantenerlos interesados, pues a pesar de los avances tecnológicos y del auge que ha tenido la industria del entretenimiento, los niños se muestran aburridos, insatisfechos y hastiados.

Esto se puede deber, en parte, a que los niños de generaciones anteriores jugaban en la calle, se movían a pie para ir a visitar a los amigos, o entraban y salían de casa con toda libertad, aún a edades relativamente cortas, y todo eso se realizaba en un ambiente tranquilo y bastante seguro.

Los tiempos han cambiado. El tráfico, la inseguridad y la complejidad de la vida urbana provocan la necesidad de un mayor control por parte de los padres, terminando con esa relativa libertad para los hijos, forzándolos a confinarse en ciertos lugares y obligando a los padres a convertirse en sus choferes y organizadores de sus actividades artísticas, deportivas y sociales a fin de mantenerlos ocupados y "prepararlos para un mundo competitivo".

Convivencia que envenena

Ahora los hijos demandan más de los padres, crean una dependencia que lleva a una relación forzada, lo que provoca, en algunos casos, que los padres vean ese contacto como un "mal necesario", como una convivencia obligada, que produce molestia y rebeldía en los hijos, y desesperación y frustración en los padres.

Hay padres que buscan zafarse de la convivencia y el contacto con los hijos, porque les quita tiempo para otras actividades, y esos hijos se dan cuenta de la molestia que produce a sus padres el tener que pasar tiempo con ellos.

Es frecuente escuchar comentarios de mamás que dicen: "A ver a qué clases los llevamos ahora que van a salir de vacaciones, porque si no me voy a volver loca", "ojalá que ya comiencen las clases, porque ya no los aguanto".

La tendencia

Ante la desesperación por no poder entablar una relación positiva y satisfactoria con sus hijos, algunos padres buscan "deshacerse de ellos" por unas horas al día, y para ello:

-Los dejan en los centros comerciales: Para que permanezcan allí varias horas, bajo el supuesto de que allí están protegidos, mientras los papás realizan otras actividades.

Los grupos de adolescentes o de niños más chicos que hablan a voz en cuello y buscan llamar la atención se han convertido en parte de la dinámica social de muchos centros comerciales.

-Les consiguen "niñeras electrónicas": La adquisición de reproductores de DVD, juegos electrónicos y computadoras se ha convertido en una solución para tener entretenidos a los hijos.

-Hacen que otros los mantengan ocupados: Buscan cuantas actividades sean posibles para que alguien más se encargue de los hijos.

-Les organizan una actividad tras otra: Los mandan a clases de artes marciales, deportes, pintura, idiomas, música, y de esa manera los padres sienten que "cumplen" con educar a sus hijos, pero delegando el trabajo a otros.

Soluciones

Evadir la dedicación y la convivencia con los hijos da como resultado que éstos crezcan solos o en contacto con personas distintas a sus padres, y hace que la distancia entre padres e hijos se incremente. A la larga, los hijos resultan ser unos perfectos desconocidos y los padres unos extraños.

Aunque hay casos en los que a pesar del poco contacto con sus padres los muchachos salen adelante, también se dan situaciones en las que vienen las sorpresas: "Yo nunca hubiera esperado que mi hijo actuara así", "no sé qué le pasó, si no era así".

¿Qué soluciones tenemos ante este panorama?

-Revalorar la importancia del tiempo dedicado a los hijos: 9 de cada 10 adultos mencionan que una meta importante en sus vidas es lograr que sus hijos se realicen y sean felices. Sin embargo, no siempre coincide lo que dicen con lo que hacen.

-Eliminar los pretextos: Es fácil argumentar que no se tiene tiempo, pero si se hace un análisis honesto será posible descubrir que se invierte tiempo en actividades que no aportan mucho: reuniones de amigos, televisión, internet. Si realmente se considera que el cuidado y la formación de los hijos son importantes, hay que darse el tiempo requerido para ello.

-Idear actividades familiares: Promover actividades que involucren a toda la familia: días de campo, deportes, juegos, salir juntos a pasear o a comer, estableciendo el compromiso de que todos los miembros de la familia participen.

-Enfocar la convivencia: Es un mito la idea de que los "chavos" no quieren pasar tiempo con sus padres. Si los papás se proponen hacer lo necesario para que el tiempo que se pasa con los hijos esté salpicado de detalles, ingenio, broma sana y alegría, los momentos de convivencia serán deseables y los muchachos los van a apreciar y a buscar.

-Escuchar más: Cuando un hijo se siente escuchado, tomado en cuenta y tratado de una manera positiva y alegre, y no como un "mal necesario", los momentos de interacción con sus padres resultarán constructivos y memorables.

El autor es licenciado en sociología y en economía, cuenta con maestría en desarrollo organizacional.

La autora cuenta con estudios en Desarrollo Familiar.

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